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Conexión Humana

Siendo humanos, siendo sensibles.

Autor

Kevin Romero

Psicología. Música. Poesía. Filosofía. Viajes.

La muerte silenciosa

La salud mental es definida como:

La salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades (…) Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos. La salud mental es, además, un derecho humano fundamental. Y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico.

Organización Mundial de la salud.

En este orden de ideas, podríamos decir más y más sobre este concepto porque es un concepto que abarca diferentes áreas de la vida del ser humano y por el impacto que tiene sobre estas y la vida de las personas que le rodean. Tomaremos este concepto como referencia porque es precisamente la OMS una de las organizaciones que más se preocupa en la promoción de salud mental. En efecto, pueden existir múltiples organizaciones que promuevan la salud mental y tipos de salud mental, pero en general, esto debe ser un concepto que forme parte de nuestros propios valores como seres humanos. Es decir, es una buena práctica que nosotros como seres vivientes podamos hablar de salud mental. El hecho de pensar que existe la salud mental nos permite cultivarla y promoverla. En ese sentido, el «hecho de pensar en» me remite de inmediato al concepto anglosajón de «awareness» que indica «el estado de ser conciente de algo» y que se conecta directamente con esa «promoción» de la salud mental. Esto significa que cuando hablamos de promoción de la salud mental, en efecto, no estamos hablando en realidad de ponernos una camiseta de color, una gorra y un sticker u otro símbolo sino que el signo específico de esta promoción es darle sentido en nuestras palabras y por supuesto en nuestros actos.

El Enemigo Silencioso

La salud mental tiene múltiples enemigos, posiblemente no sabría decir cuántos porque no los conozco. Sin embargo, este mes de septiembre hacemos referencia al Día Internacional de la Prevención del Suicidio. Este día resulta importantísimo para aquellos que promovemos la salud mental porque es precisamente el suicidio la forma más definitiva de remover toda forma de salud mental, la muerte como impedimento al ser de existir y vivir.

En definitiva, el suicidio puede ser fácil de entender en cuanto a su concepto pero supremamente difícil de comprender en cuanto a su puesta en acto (como fenómeno). Cuando conocemos personas cercanas a alguien que se ha suicidado es cuando nos damos cuenta que el suicidio como fenómeno ocurre en una persona pero afecta (en su calidad más pura) realmente es al entorno de esta persona, de ahí que al hablar de salud mental entra el concepto social y comunitario. Dicho esto, se entiende que el suicidio es un acto precedido por una acumulación de situaciones que afecta a un individuo pero que al momento de ejecutarse afecta a las personas alrededor de este sujeto y por supuesto, al sujeto mismo que ejecuta esta acción. Cuando se dice «acumulación de situaciones» pareciera que esto fuera una serie de actos inteligibles para ambos actores (quien actúa el suicidio y su comunidad) pero en realidad la problemática principal en la prevención del suicido es lo complicado que puede ser entender esta señales a como vamos evolucionado como seres humanos.

¿Y cómo se pone en acto?

En general, pudiéramos llegar a pensar que prevenir el suicidio es muy fácil, se trata de ver a una persona que llora constantemente, tiene pensamientos negativos y cae mal. O, mejor, podemos irnos al CIE-11 y ver que se trata solo de un conjunto de síntomas que aparecen en una persona, y ¡voilà! encontramos la fórmula para detectar el suicidio y procedemos a prevenirlo. No, me permito informar que esto no es así y que realmente esto es más complicado de lo que parece.

Depresión Sonriente

Podemos encontrar artículos que hablan sobre un tema conocido como «Depresión sonriente» o «Depresión atípica» como se le conoce más formalmente. Desde la Antigüedad hasta artistas contemporáneos como Amy Whinehouse y Robin Williams hay un sinnúmero de casos como estos donde simplemente nadie se imaginaría que el suicidio sería una opción.

El solo hecho que un concepto contenga el adjetivo atípico lo hace más complejo de entender y por lo tanto más difícil de notar. Es por esto que dentro de la promoción uno de los puntos más críticos es la educación.

El Suicidio en el lugar de trabajo

De muchas esferas que el suicidio puede llegar a afectar, una en las que más incertidumbre genera es en el lugar de trabajo. En general, este se caracteriza por ser un centro más neutral donde gran parte de las conversaciones que se generan van en torno al mismo, e incluso, fuera del mismo cuando las personas se encuentran con otras personas de su mismo trabajo, los temas de conversación siguen siendo afines al trabajo por lo cual detectar síntomas de depresión y/o planeación del suicidio puede volverse aún más complicado, por no decir imposible. No decir imposible porque no se puede negar que existen personas con una sensibilidad especial, con una constitución neuronal que le permite detectar cosas por encima de los demás.

Es por esto que se considera sumamente necesario promover conductas de apoyo y redes de atención dentro del lugar de trabajo porque es una comunidad donde se podría llegar a hacer mucho al respecto pero no se hace porque no se habla del tema, ni se educa y por lo tanto no puede llegar a prevenirse. En efecto, existen mecanismos dentro de las leyes gubernamentales donde las empresas están obligadas a generar encuestas de riesgo psicosocial, semanas de promoción de la salud, entre otras actividades. Sin embargo, esto desde mi propia experiencia en People Management y trabajo directo con directivos y gerentes, no es algo que se entienda así de simple y por lo tanto no se generan indicadores importantes ni contudentes que ayuden a generar un cambio importante.

Finalmente, este cambio ha de nacer desde nuestro interés y nuestro darnos cuenta de lo que sucede en nuestro entorno. Este cambio en sí debe materializarse en actos de bondad hacia el otro, gestionando e incentivando en nuestra cultura formas de ayudar al otro sin necesidad de irrumpir. El respeto y la sensibilidad unidos generan un canal de confianza infalible que puede salvar vidas, mostrándole al otro que importa, que existen formas de encontrar ayuda y sobretodo, llevando una vida interior que nos permita ser vistos desde afuera como una esperanza de vida, una esperanza que le haga ver al mundo que hay una forma de llegar a ser plenos y que eso nos suma como seres vivientes de forma excepcional.

Y tú ¿estás dispuesto a dar el paso de abrirte como un canal de esperanza para que todos podamos tener una vida mejor?

Good vibes only!

Una «inteligencia» migratoria

Después de estar 3 años envuelto en un melodrama migratorio, y 2 años 7 meses dentro del mismo, claramente mi visión respecto a la migración, al vivir en otro país, ha cambiado. Como todo proceso en la vida, este me ha costado lágrimas, frustraciones, alegrías y esfuerzos en distintos niveles y momentos de este tiempo viviendo aquí. También, he escuchado y vivido las historias de muchas personas que también emigraron y que gracias a la globalización pude darme cuenta.

Cuando estudiaba, hice mi tesis sobre la Soledad en Emigrantes Venezolanos. Fue un tema que para el 2015 no pensé que me iba a alcanzar como en efecto lo hizo. Hoy puedo entender mejor acerca de lo que escribí y hasta me atrevo a dar una opinión.

Resulta que en un país normal, la gente planifica su migración, aplica a una visa, lleva divisas, etc. En la migración venezolana, no. Cuando llegué a este país, traje $40 y no tenía ni idea de cómo era el Peso Colombiano, tal vez nunca había visto un billete. Tuve que atravesar por un montón de procesos emocionales, legales y laborales para poderme sentir al fin, a gusto.

¿Qué hace realmente que puedas sentirte a gusto tan lejos de tu hogar? Entender que tu hogar eres tú y ,lo que haces con tu entorno. Lo he visto en mi vida, en mis amigos en otros países también. Resulta que por muy mala que haya sido la suerte de mi país (o la decisión de los votantes y políticos a cargo), no podemos –ni siquiera evolutivamente– quedarnos ahí. Si alguna habilidad he tenido que desarrollar estos últimos años ha sido la adaptabilidad (lo que nos hace además excelentes trabajadores). Sí, porque a veces te toca mudarte repentinamente, cambiar de ciudad sin haberlo pensado, depender de decisiones de otros de manera muy determinante, etc. Logras un punto de paz mental en la que definitivamente terminas aceptando el cambio como una oportunidad.

A veces leo muchas publicaciones donde se exalta la cultura de los venezolanos, la Chinita, el Puente, la Gaita, Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra, entre otros. Por algún motivo, al venezolano promedio (gracias al bombardeo inconsciente de melodrama televisado, digo yo), le encanta recordar lo que ya no puede tener. Y es ahí donde hay otra oportunidad. Resulta que esa ausencia de lo que tu consideras tuyo, tu cultura, más que un momento para imponer lo que ya no está, es una oportunidad de acoger nuevas cosas a tu vida. Nueva música, fechas patrias, palabras, etc. Es evolutivo, o te adaptas o te mueres (o sea, devolverte).

El año pasado, luego de estar un año en Colombia, tuve la oportunidad de viajar a Lima, Perú y Santiago, entre otras ciudades de Chile. Obviamente me encontré venezolanos en todas partes, en los aeropuertos, terminales, puestos de comida, etc. Unos sonrientes, otros aparentemente amargados. En dicho viaje, mi intención era vacacionar pero de ser posible, «establecerme» en Chile pues tenía muy buena reputación en el ranking de lugares para emigrar. Al finalizarse los 14 días de vacaciones decidí regresar a Colombia, y a lo que vengo es a que… Al aterrizar en el Dorado (a pesar de no ser fan de Bogotá) me sentí llegando a casa. Tal sentimiento quedó en mi, y a través del tiempo me preguntaba por qué, si esta no es en realidad mi casa, mi casa es en un pueblito de la Rita.

Entendí que, desde un punto de vista psicológico, tu hogar está muy relacionado con tu seguridad, y este país me ha brindado trabajo y seguridad social. Es por eso, que en mi opinión personal, no existe tal cosa de «Se arregló Venezuela, todo el mundo se irá». La generación de emigrantes es una nueva versión de un venezolano globalizado, que se entiende como extranjero dando lo mejor de sí en una cultura diferente a la suya.

Considero que la migración venezolana también esta evolucionando, y lo seguirá haciendo. Pero a la vez, considero que ser abiertos a lo que el país de acogida ofrece, y hacerte parte de este (en una medida coherente) puede ayudarte a una mejor adaptación y por ende, a hacer de ese lugar, tu hogar.

Y tú, ¿has hecho hogar?.

Venezolanos emigrando, chavistas sin retorno.

 

Con el pasar de los días, sino de los minutos, cada vez la migración de venezolanos aumenta y con ello las consecuencias que esta conlleva. Marta, de 56 años despidió hace 6 meses a su hijo que se fue a Ecuador, graduado de Licenciado en Educación, trabajando ahora como cajero en un supermercado. Su hermana, Isabel tiene dos hijos, uno graduado con honores en La Universidad de Los Andes y otro con siete semestres de Psicología en una importante ciudad de su país. Dice “Nadie sabe cuánto duele ese sentimiento entre el apego y el amor, como cosas diferentes, quisiera que estuvieran conmigo pero ajá,  ¿cómo los voy a tener aquí desperdiciando su vida?”

 

Si hiciéramos una colección de historias tristes con respecto a la migración tendríamos una biblioteca de tres pisos para llenarla. Claro, no solo de venezolanos: la migración es humana, es necesaria y natural. Dice Allende El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance.”  Y sí, en este momento eso buscan muchos venezolanos fuera sus fronteras, haciendo uso de todos sus recursos, porque en efecto, el humano puede vivir tranquilamente bajo esas condiciones.


Hace unas semanas, escuchaba como unos compañeros venezolanos en Medellín aseguraban que habían visto a Fulano buscando pesos para emigrar, que cómo era esto posible si él era chavista, que se “quede allá”. Sí, para muchos, estar en Venezuela es sinónimo de castigo, de cierta forma. Esto me llamó la atención la primera vez, pero las últimas semanas ha empezado a preocuparme. Preocupación, porque, ¿cómo se explica que una persona que comparte tu nacionalidad, tu historia, tu decisión y en cierta forma, tu dolor; sea para ti, como emigrante, un objeto de venganza simplemente porque fue chavista o madurista?

 

Entiendo que como venezolanos emigrando masivamente estemos transformando nuestra propia cultura, aprehendiendo de otras y creando una nueva. Pero jamás podemos ver en las personas de nuestra nacionalidad como victimarios, hayan sido chavistas o no, también son víctimas.

 

Alexandra, de 27 años, trabajó siempre esperanzada con cierta personalidad del chavismo en mi pueblo de origen. Su esperanza estaba basada en la pequeña aspiración de “cuidar un cargo” como maestra de colegio. Hasta las elecciones de alcaldes recientes, ella defendió y vistió para ese partido. Pero también tenía las mismas necesidades que quien no lo hizo, y pregunto, ¿quiénes somos nosotros para juzgar la necesidad del otro? En este sentido, una necesidad que no es realmente relevante ante un Poder Electoral que está comandado por un solo partido político. Hoy Alexandra tiene planificado su viaje a Barranquilla, Colombia. ¿Nosotros, emigrantes también, nos sentimos en capacidad de permitir o no la intención de emigrar a alguien?

 

Creo que más que como venezolanos, somos seres humanos con derecho a la movilidad debemos recordar que según la Declaración Universal de 1948 (DHUD), en su artículo 13 señala: “1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”.

 

Hagamos una nueva nación sin fronteras, desde ese lugar sin lugar podremos también ayudar a levantar nuestro país.

La Renuncia

Para nadie es un secreto que la sociedad en general, el bombardeo de las redes sociales y demás presiones sociales han hecho de una imposición la felicidad. La felicidad como estado sine qua non para el ser humano. Por esa razón, necesitamos CURA para cosas naturales como síndromes depresivos a causa de duelos, abstinencia, situaciones personales. Es decir, no es socialmente aceptable estar triste o renunciar. Por ejemplo, esa persona que desea dejar su trabajo porque no le hace feliz. No estará muy lejos quién le diga que cómo va a ser tan desagradecida para dejar su trabajo habiendo tanta gente que no lo consigue o que de qué va a vivir.

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La Generación Emigrante

 

El día de ayer leía un artículo escrito por un colombiano para el Diario El Espectador. Cierto artículo me elevó el pensamiento porque me sentí comprendido. Hoy, pareciera, que es un buen día para escribir. La generación emigrante de Venezuela somos miles de jóvenes, esparcidos por todas partes del mundo. Cuando estudié Psicología, decidí hacer mi trabajo especial de grado sobre Soledad en Emigrantes Venezolanos, sin pensar que yo pronto sería parte de esa misma población. Resulta que quedan tantas cosas las cuales reflexionar en torno a este tema, que nos quedamos escasos. Se nos agota entre las ocupaciones de nuestros respectivos trabajos,  nuestro compromiso de echar pa’lante, de dejar en alto nuestros nombres, de acoger cansadamente comentarios como “¡Qué pesar lo de tu país!”. Resulta que no somos pocos sino toda una generación paciente de una situación que es natural, es decir, el ser humano siempre ha emigrado, pero a decir verdad, es importante analizar como de forma global nos vemos afectados por esta situación.

En el artículo que cité anteriormente, decía el autor que por más que pasaron los años él nunca dejó de sentirse “extranjero” viviendo fuera de su país. Resulta que sí, que lo entiendo porque lo vivo. Porque esta generación sale a la calle todos los días apretando fuertemente, en niveles y formas diferentes, la cultura y el arraigo que nos identifica. Nuestro acento, nuestro desagrado por salsa de piña, nuestro país… Le decía a un amigo que yo pensaba seriamente que las fronteras son imaginarias, tan imaginarias que somos más parecidos de lo que creemos. Pero sin embargo, vivimos en un lugar donde las costumbres son de una forma y esa forma nos caracteriza, queramos o no. He visto los dos extremos, en este lugar de donde estoy (lleno de venezolanos), me ha tocado gente que perdió ya incluso el acento venezolano como gente que exacerba el hecho de ser de otro país. Me pregunto yo hacia cuál de los dos extremos tienden nuestras expectativas. Hasta qué punto pertenecer sin perder nuestra identidad, o bien, hasta qué punto negarnos a adaptarnos.

Es ahora cuando la generación emigrante tiene muchas cosas que observar. Buscando formas de arraigarnos en el nuevo lugar, que al final y con todo respeto, también es nuestro, sin dejar lo que somos… Aunque siempre nos sintamos… extranjeros.

¿Quién soy?

Hace algunos días conversaba con alguien ahora muy especial para mí sobre una pregunta que sencilla seguramente a más de uno deja sin respuesta. «¿Quién eres?» decíamos que era una pregunta muy dura, que teníamos nuestra edad completa siendo esa pregunta, anhelado la desconocida respuesta.

 

Es que quizás somos tantas cosas que no podemos describirlo con facilidad. Porque somos la vida, somos existencia. Ojalá pudiéramos recordar lo que injustamente nos ha sido arrebatado. Ojalá pudiéramos recordar con claridad el momento de nuestro nacimiento, ver a través de los ojos de los que nos vieron por primera vez, esa sensación, la promesa que empezamos siendo… Médico, ingeniera o doctor… Escritor, poeta o pastor.

 

Somos angustia, paz, anhedonia y placer. Somos todo lo bueno y todo lo malo. Es increíble intentar explicarse a sí mismo quién se es. Pero quizás es necesario, de alguna manera, para mantenernos en constante cambio, sin definición, sin duda, en lucha.

 

Lo que nos conecta.

La vida es un misterio. Ha sido todo el conocimiento una necesidad tenaz de explicar  nuestra existencia, plantearla como problema e intentar darle una solución. Ciertamente, la vida es un misterio lleno de más misterios. ¿Qué podemos hacer?

Pareciera que en esa neurosis de negar lo incognoscible que nos  son muchas cosas de la vida, nos distrajéramos fácilmente de aquello qué -no sabiendo yo qué es para ti, pero sí para mí- es realmente importante, sustancial, sublime, irrepetible: nuestra esencia.

A veces, casi siempre por necesidad, económica o personal, toca viajar. En cuatro meses de mi primer viaje, creo que si algo ha mantenido este viaje como una aventura brutal, ha sido el hecho de aprender a ver el alrededor como tu realidad primaria. Al salir del país, tus seres queridos se enfocan en despedidas, lágrimas, planes para cuando regreses, en fin. Nos llevamos en la maleta una foto, una seguridad… Algo que nos mantenga unidos, conectados.

Al momento de partir, existen dos posibilidades para ti. Aferrarse a la vida dejada o forjar caminos para una  nueva. Sucede que mientras transitamos por un nuevo lugar, de plano, nuestras necesidades básicas se van imponiendo a medida que nos acostumbramos a suplirlas, luego sutilmente estas se ven cumplidas y empiezan a surgir otras, otras donde empiezas a ver las necesidades del otro, lo que tiene para decir, un punto de vista diferente, un regalo de la vida. Descubrir, por ejemplo, cómo expresarse ante las inquietudes del otro cuando ni siquiera manejas su idioma o pragmática, es sencillamente cautivador. Sientes que estás viviendo.

Entonces vale la pena aprender a visualizar qué es lo que nos conecta con otros, en otros lugares… Es hora de vivir.

Cuatro poesías para ti.

Mírame a los ojos
Sé que estamos lejos,
Que no puedo tocar tu cuerpo,
Me mata la angustia de saberlo,
Me duele la forma de entenderlo.

Mírame a los ojos desde lejos, también,
Date cuenta, mira mi amor.
Se me acaban los recursos,
Se mueren mis poemas,
Se pierden mis sueños,

Amor, se vuelcan mis caminos.
Es que no te quise por quererte,
Te quise por que soy un niño,
Que al cruzarte en mi camino,
Se negó a perderte.

Mírame a los ojos, cerrando los tuyos,
Así no habrá distancia,
Ni invierno duro.
Cierra los ojos, abre el sol,
Que decida el corazón,
Y si, mi amor, decides por otro amor,
Que no se te olvide nunca,
Que mi ilusión se encarnó,
Como si fuera una fusión,
En lo más solo de mi corazón,
Entre lo que soy y lo que soñé,
mírame a los ojos, amor, no te quiero perder.

Pero si ya te perdí,
Entonces nunca te tuve.
Fue sólo un segundo,
Viví la alucinación de tu alma perdida,

En una forma ingenua,
Sin prejuicio ni pasado,
lo que tú eras.

Mírame a los ojos aunque ya no me quieras ver,
Ahí recordarás siempre que aunque tu vida continuó,
Y mis memorias borró,
Dejaste huella en el alma de quien sin tener nada,
el solo tenerte un segundo, su vida cambió.

Entre el miedo y el amor…

Entre el miedo y el amor
Casi a ciegas te encontré.
Vi tus ojos color café
Dispuestos a dejarse querer.
Entonces tomé lápiz y papel,
Alcé mi mano para tocar tu piel,
Te entregue mis besos y parte de mi ser,
Quedé perdido entre tu mirada y lo que veía nacer.
Entre el miedo y el amor también sentí terror,
Terror de tenerte mío y luego,
Extinguiéndose como el fuego más ardiente,
Lo que entre tú y yo surgió.
Siento miedo ¡ay corazón!

De perder tus ojitos lindos,
De no lograr tu corazón,
De que se acaben las miradas
Que cautivaron todo mi amor.

Pero también siento amor,
Siento que apenas tu piel se prepara con furor,
Que aun mi alma se abre a tu corazón,
Que no habrá ya nada que nos separe,
Porque de lejos vinimos,
Lejos nos encontramos,
Hicimos un viaje,
Y olvidamos el destino que nos unió
Para hacer un puerto seguro,
Donde seamos felices tú y yo.

Déjame soñar,
Ven toma mi mano de nuevo
Mientras miro el mar
Y te espero regresar.
Déjame soñar,
Ver tu ojos brillar,
Que mi alma vuele lejos,
Que me miren sin cesar.
Dejame soñar,

Ven, déjame…
Dejame volver a tomar tu mano,
Respirar el mismo aire que tú,
Correr caminos llanos,
Sentarnos en verdes pastos.
Dejame soñar,

Ven, no te vayas.
Y si te fuiste,
Hazme regresar en cada sueño,
En cada suspiro,
En cada momento

En que recuerdes que fui tuyo.
Dejame soñar,
Vamos, que soñamos lejos.
Que nos volvemos a encontrar,

Que el mar nos vuelve a mirar,
Que el cielo no se nubla más,
Que la distancia no mata más,
Déjame soñar pero amor, hagamoslo realidad.

Inspiración para mí.

Gaviota que vuela,
Marinero que va.
Llegaste de tu nada
Con tu vela alzada
A las manos encontradas,
A abrazar mi alma.
Tomaste mi mano con soltura,
Desnudaste mis miedos sin cordura.
Abracé entonces tu alma,
Sostuvimos las miradas,
Se perdieron los miedos,

Aquellos de los cuales mi morada alojaba.
Ahora mi morada eres tú,
Aunque me falte la presencia,
No me falta sino tu ausencia,
Y ya me alcanzas todo tú.

Crisis y Sentido de Vida

   En un mundo sumamente globalizado donde las crisis ya no son vividas únicamente desde el punto geográfico que las sufre directamente, sino que además, el mundo entero conoce las situaciones que se padecen. Desde un punto de vista personal, las crisis son vistas dependiendo del punto de vista que el sujeto las experimente, y además, de cómo la persona las exprese al mundo contemporáneo.

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