Con el pasar de los días, sino de los minutos, cada vez la migración de venezolanos aumenta y con ello las consecuencias que esta conlleva. Marta, de 56 años despidió hace 6 meses a su hijo que se fue a Ecuador, graduado de Licenciado en Educación, trabajando ahora como cajero en un supermercado. Su hermana, Isabel tiene dos hijos, uno graduado con honores en La Universidad de Los Andes y otro con siete semestres de Psicología en una importante ciudad de su país. Dice “Nadie sabe cuánto duele ese sentimiento entre el apego y el amor, como cosas diferentes, quisiera que estuvieran conmigo pero ajá,  ¿cómo los voy a tener aquí desperdiciando su vida?”

 

Si hiciéramos una colección de historias tristes con respecto a la migración tendríamos una biblioteca de tres pisos para llenarla. Claro, no solo de venezolanos: la migración es humana, es necesaria y natural. Dice Allende El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance.”  Y sí, en este momento eso buscan muchos venezolanos fuera sus fronteras, haciendo uso de todos sus recursos, porque en efecto, el humano puede vivir tranquilamente bajo esas condiciones.


Hace unas semanas, escuchaba como unos compañeros venezolanos en Medellín aseguraban que habían visto a Fulano buscando pesos para emigrar, que cómo era esto posible si él era chavista, que se “quede allá”. Sí, para muchos, estar en Venezuela es sinónimo de castigo, de cierta forma. Esto me llamó la atención la primera vez, pero las últimas semanas ha empezado a preocuparme. Preocupación, porque, ¿cómo se explica que una persona que comparte tu nacionalidad, tu historia, tu decisión y en cierta forma, tu dolor; sea para ti, como emigrante, un objeto de venganza simplemente porque fue chavista o madurista?

 

Entiendo que como venezolanos emigrando masivamente estemos transformando nuestra propia cultura, aprehendiendo de otras y creando una nueva. Pero jamás podemos ver en las personas de nuestra nacionalidad como victimarios, hayan sido chavistas o no, también son víctimas.

 

Alexandra, de 27 años, trabajó siempre esperanzada con cierta personalidad del chavismo en mi pueblo de origen. Su esperanza estaba basada en la pequeña aspiración de “cuidar un cargo” como maestra de colegio. Hasta las elecciones de alcaldes recientes, ella defendió y vistió para ese partido. Pero también tenía las mismas necesidades que quien no lo hizo, y pregunto, ¿quiénes somos nosotros para juzgar la necesidad del otro? En este sentido, una necesidad que no es realmente relevante ante un Poder Electoral que está comandado por un solo partido político. Hoy Alexandra tiene planificado su viaje a Barranquilla, Colombia. ¿Nosotros, emigrantes también, nos sentimos en capacidad de permitir o no la intención de emigrar a alguien?

 

Creo que más que como venezolanos, somos seres humanos con derecho a la movilidad debemos recordar que según la Declaración Universal de 1948 (DHUD), en su artículo 13 señala: “1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”.

 

Hagamos una nueva nación sin fronteras, desde ese lugar sin lugar podremos también ayudar a levantar nuestro país.